Salesianos Cooperadores SGA Chile

Laura Vicuña: Una vida ofrecida con amor (1891-1904)

El 5 de abril de 1891, en la pequeña ciudad chilena de Santiago, nació Laura Vicuña, una niña que, desde temprana edad, mostró un corazón lleno de bondad y amor por Dios. Su infancia, sin embargo, estuvo marcada por grandes pruebas. Tras la muerte de su padre, su madre, Mercedes, decidió emigrar a Argentina en busca de un futuro mejor para sus hijas.
En Junín de los Andes, Mercedes trabajó arduamente para mantener a Laura y su hermana Julia, aceptando vivir como ama de llaves de un hombre que no respetaba ni a Dios ni a su familia. Laura, siendo aún una niña, comprendió el sufrimiento de su madre y empezó a buscar consuelo en la oración.
A los diez años, Laura ingresó al colegio de las Hijas de María Auxiliadora, donde descubrió el carisma salesiano. Su amor por Jesús y María creció al conocer la vida y las enseñanzas de Don Bosco y Madre Mazzarello. Allí recibió los sacramentos con gran devoción y comenzó a soñar con consagrar su vida a Dios.
Pero Laura no era ajena al dolor. Veía cómo su madre sufría en una relación difícil, alejada de los valores cristianos. En su corazón nació un deseo profundo: ofrecer su vida por la salvación de su madre. En una ocasión, le confió a una amiga: «Jesús me pide que dé mi vida por mi mamá, para que se convierta y sea feliz en el cielo».
Con tan solo 13 años, Laura enfermó gravemente. En su lecho de dolor, ofreció su vida a Dios por la conversión de su madre. El 22 de enero de 1904, partió al cielo, dejando un ejemplo de fe, pureza y amor incondicional. Poco después de su muerte, Mercedes volvió a acercarse a Dios, cumpliendo el deseo más profundo de su hija.
Hoy, Laura Vicuña es recordada como modelo de santidad juvenil y patrona de las familias en dificultad. Su vida, breve pero llena de gracia, sigue inspirando a jóvenes y familias a confiar en la fuerza transformadora del amor y la esperanza.
Un testimonio de entrega total como el de Laura nos recuerda que, incluso en la fragilidad, Dios puede obrar maravillas.
«Beata Laura Vicuña, bendice con tu amor a las familias que sufren, y guía sus corazones hacia la paz, la fe y la reconciliación en Cristo.»

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